Namaste
Namaste
El enorme riesgo radica en aferrarse al cuerpo y los deseos que el ego transmite para perpetuarse en una realidad falsa y de muy corta duración. Y por vivir ese ensueño se pueda perder el momento y la oportunidad de transformación, lo que solo conlleva a un mayor retraso y dolor.
Si esta vida se le compara con la eternidad, es como comparar un átomo con una galaxia. Aunque sea parte del todo, no es todo. Es transitoria. Es parte de un cambio constante, porque la vida es cambio continuo.
El cuerpo permite expresión temporaria dentro de un vehículo majestuoso que da morada al alma, abrigándola. Más lo verdaderamente profundo y grandioso es el Dios en nosotros.
Aunque el ego hoy sea parte, es también transitorio, como lo es este instante. Mientras lo miras se va… se va. Ya se fue. ¿Lo puedes ver? Se ha ido… se fue. Mira ahora la vida. Es igual. Mientras la vives, se va. Cada instante se va. ¿No se fue? Si lees esto conmigo, no se ha ido.
¿Puedes ver hoy el momento de tu nacimiento?
¿Puedes ver la madre moribunda que murió ayer en todos los países del mundo?
Ya no está. Se ha ido y ha sembrado vida en un planeta para asegurar la continuidad.
¿Qué es cierto? ¿Qué es mentira? ¿Qué es eternidad? ¿Qué es el fuego? ¿Qué es el viento?
¿Qué es la vida y el firmamento? ¿Qué es morir viviendo y vivir muriendo? ¿Qué es la roca?
¿Qué es la flor? ¿Quién soy yo? ¿De qué estoy hecho? ¿De polvo sagrado? ¿De estrellas? ¿De oleaje? ¿De sueños? ¿De verdades? ¿De mentiras que parecen inmortales? Más sin embargo, ¿acaso perecen? Como ráfagas ¿se las lleva el viento a otros lugares? ¿Son más qué permanentes? ¿Qué continúa? ¿La vida?
Dios continúa. Dios es verdad. Es la verdad absoluta. Fuimos hechos de alma inmortal y cuerpo transitorio. Para aprender a amar tenemos la libertad de vivir estas etapas transitorias, donde muchas veces luchamos y nos encerramos creyendo que son verdad.
Más ¿son verdad o mentira?
Son necesarias para que un alma evolucione en el camino.
Durante el viaje de búsqueda, el alma se entrelaza con su mente. Piensa que su corazón está cansado y afligido. Moribundo, cruza las barreras para encontrarse un día, durante alguna de sus vidas, en un determinado momento y por un solo instante con su propia cabellera. Una pintura propia de su ser infinito trazada sobre la palma de su mano. Reacciona y se da cuenta que nunca lo dejó, nunca se fue, nunca estuvo solo. Únicamente debía ver, reconocer y captar el momento, el lugar, el sonido y la forma para conectarse consigo mismo, con su Dios y fuego eterno; y así recordar que es divino.
¡Sí, divino!
Ser divino con alma inmortal. Con cuerpo transitorio. Yo te saludo. Tú eres yo y yo soy tú. Somos lo mismo. Somos uno. Te amo.
Por Nora Badilla
Pequeño fragmento de Libro en proceso de publicación
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